Una bendición acumulada egoístamente jamás se disfruta tanto como una bendición compartida.
Las bendiciones que Dios nos da no son para que se queden con nosotros. Su deseo es que lleguen también a los demás. El Señor, por su misericordia, nos da ingresos para que podamos satisfacer nuestras necesidades y aun nuestros deseos. Pero también quiere que usemos nuestro dinero para llevar a cabo sus planes. Y uno de sus objetivos es que compartamos nuestros recursos con otros. Si nos proponemos en nuestro corazón a participar en sus planes, El se compromete a darnos todo lo que necesitamos para vivir y para dar. Veamos su promesa en 2da de Corintios 9:8 “Y poderoso es Dios para
hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en
todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. ¡Este es un versículo del que podemos apropiarnos! Compartir nuestras bendiciones con los demás nunca nos llevará a la pobreza. El Señor promete aumentar la cosecha de nuestra justicia, y proveernos en respuesta a nuestra generosidad.
Una bendición acumulada egoistamente jamás se disfruta tanto como una bendición compartida.
Usar lo que usted tiene para ayudar a alguien necesitado, glorifica a Dios al mostrar la gracia de El actuando en su vida. No permita que la generosa provisión del Señor se quede solo con usted. Pásela a otros, y descubra el gozo de tener un ciclo interminable de bendiciones.
Comentarios
Publicar un comentario