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El abrazo que acaba con la soledad

Vincenzo Ricardo. Si ese nombre no te dice nada, no eres el único. Y parece ser que a nadie le interesaba hasta que salió en las noticias que encontraron su cuerpo momificado en Nueva York. Llevaba 13 meses muerto. Lo encontraron sentado en una silla frente a la tele, que aún seguía encendida. La televisión era su única compañía, y aunque esta tenía mucho que contarle, a ella le daba igual si Ricardo estaba vivo o muerto. La historia de Ricardo pone sobre la mesa muchas preguntas incómodas. ¿Cómo puede una persona desaparecer durante más de un año sin que nadie la eche de menos? ¿Dónde estaba su familia? ¿Y sus demás parientes? ¿Por qué aún había electricidad en la casa? Independientemente de cuáles sean las respuestas a estas y otras preguntas, lo que está claro es que Ricardo era una persona sola cuya vida puede resumirse en una palabra: alienación
La cuestión es que Ricardo era ciego, así que realmente nunca veía la televisión; necesitaba esa realidad virtual para cubrir su necesidad de sentirse acompañado.

Aunque esta historia es trágica y extrema, nos recuerda lo fría y solitaria que puede ser la vida para millones de personas en el mundo. Ni siquiera aquellos que tienen una vida organizada son inmunes a los golpes de la soledad. La soledad nos afecta en estas 3 áreas: 1) A nosotros mismos. 2) A tu prójimo. 3) A Dios. El proceso de restauración incluye mejorar estas tres åreas,  pero empieza con una relación adecuada con Dios. No podemos llevarnos bien con nosotros mismos o con los demás hasta que no nos reconciliemos con Dios. Las buenas noticias de Jesús es que todo aquel que quiera puede experimentar una restauración abundante.


El encuentro que Jesús tuvo con un hombre loco ilustra muy bien este proceso. Este hombre vivía en un cementerio. Sus familiares, y probablemente sus amigos, habían intentado encadenarlo para que no se marchara de casa, sin éxito alguno. Prefería vivir entre las tumbas (alienado de los demás), cortarse con piedras y esconder su identidad detrás de un nuevo nombre, “Legión” (alienado de sí mismo). Su cuerpo y su mente estaban bajo el control de demonios, y su vida ya no le pertenecía (alienado de Dios). Hizo falta un encuentro con Jesús para que el hombre quedara totalmente restaurado. (Marcos 5:15). 


Hoy, el proceso de restauración sigue funcionando del mismo modo. Hasta que no nos reconciliemos con Dios, no lograremos alcanzar nuestro verdadero potencial ni encontraremos nuestra verdadera identidad. Ninguna realidad virtual puede solucionar nuestro problema. Somos criaturas finitas, creadas para estar conectadas a un Ser Infinito, y ningún sustituto finito podrá cubrir nuestros anhelos más profundos. Intentar cubrir nuestras necesidades más profundas sin Cristo es como intentar calmar nuestra sed con agua salada: cuanta más bebemos, más sed tenemos. Y así es como acabamos cayendo en todo tipo de adicciones.


Pero cuando nos acercamos a Cristo, Su abrazo nos da esperanza y ahuyenta la soledad. Puede que amigos y familiares nos abandonen, pero nunca mas estaremos solos. Puede que nos toque hacer luto y llorar, pero nunca lo haremos como aquellos que no tienen esperanza. En nuestro interior hay paz y gozo, e incluso cuando pasamos por momentos difíciles, otros pueden encontrar el camino a Dios a través de nosotros. 




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